Asociación Cultural Emilio Carrère
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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Experiencia de un escritor premiado...


     
Desde luego no es habitual que un escritor nos remita su experiencia después de haber sido premiado en el Certamen Literario Emilio Carrère, y bueno supongo que en ningún otro concurso. Por lo que recibir un correo con este tipo de escrito es de agradecer, la verdad.

Quizás pocos lo sepan, pero organizar y llevar a cabo un concurso literario es complicado, sobretodo en estos tiempos donde la cultura parece haber quedado olvidada y tan solo es un recuerdo del pasado, si ademas añadimos pocos recursos y apoyos,... se convierte en una ardua tarea. Por todo ello nos ha encantado recibir este correo que queremos compartir con todos vosotros, y agradecer una vez más a Martín Sacristán Tordesillas su apoyo.  
A continuación os dejamos su carta;



Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí.

Y yo, cuando desperté esta mañana, vi que la placa del premio aún estaba sobre la mesa.
También yo estaba, aunque lejos todavía de poder compararme a Augusto Monterroso, autor del primer microrrelato en español. El hombre del dinosaurio, como le presentan a veces. Muchos han oído su cuento, como él lo denominó inicialmente, y pocos saben que forma parte de una colección donde la retranca, la crítica política, y la parodia resultan tan cortantes y concisas, que puede equiparársele con las letrillas satíricas que
Quevedo hizo en el Siglo de Oro. Por eso no es fácil ser Monterroso, y por tanto no lo es escribir microrrelatos, cabrito género capaz de reducir tus capacidades literarias a sus mimbres. Y por tanto, presentarte desnudo en lo que vales.
Por otra parte, el género está en auge, y no son pocos los premios que limitándote a las cien, doscientas palabras, o cinco líneas, cuando no una frase, se convocan. Uno, que es impertinente llamador en la mesa de los jurados, y recurrente enviador de cuartillas, o de archivos digitales, se presenta, y revisa sólo por encima quién es el convocante. Pues más a menudo está pendiente de la fecha y del premio.
Reconozco que dudé en enviar mi cuento al IV Certamen de Microrrelato Emilio Carrère, pues en sus bases ponía “premio” sin especificar cuál. Las profundidades literarias y editoriales están llenas de abismos, y la experiencia puede hacerte a veces sospechar maldades donde no las hay.
Lo que no podía imaginar, ni mucho menos, es lo que me esperaba al conocer a los Carrère. No sólo son los descendientes de quien fue en su época famosísimo escritor y seguido periodista, hoy parcialmente olvidado. Ellos son además un grupo amante de la cultura y las letras, lo que le deja a uno anonadado por lo infrecuente, y muy satisfecho con la experiencia. Ayer, tras la entrega del premio, del que me creyeron merecedor, participé de las más interesantes conversaciones. Supe de la concepción cosmogónica de la tribu amazónica Yanomami, y su modo de ver a los animales como humanos. De lo exquisitas que pueden resultar ciertos tipos de seta cuando se empanan. Incluso, vergüenza me da decirlo, a mí, madrileño de cuarta generación, que El Pardo no es un pueblo, sino un ¡barrio! de Madrid.
También me acercaron a la figura de Emilio Carrère, cuyos libros, parte del premio, leeré por primera vez. Sólo en un primer atisbo ya parece tan interesante como el madrileñísimo Francisco Umbral. Pero es que además los detalles de su vida que me proporcionó su nieto, Emilio, le retratan no sólo como un bon vivant de su época, sino como un anticipado a su tiempo en la concepción literaria del bestseller. Si incluso una de sus novelas fue llevada al cine por Edgar Neville, también olvidado cineasta español.
Lo dije en la ceremonia de entrega, ninguna ideología política puede ser una objeción a los autores, ni literarios, ni de ningún género de arte. Porque entonces corremos el riesgo de que como españoles nos empobrezcamos, moral e intelectualmente. Lo demuestra la familia Carrère, aportando a las fiestas de El Pardo un brillo cultural que debería estar presente en cualquier celebración popular de nuestro país, ya que esto somos. También allí debería haber un polideportivo y una biblioteca, como en cualquier otro barrio de la capital, y ya tardan.
Yo, por mi parte, sólo puedo estar agradecido. Por la brillante placa que me reconoce como escritor, por el estupendo trato recibido de los Carrère, y por aquellas personas del público que se acercaron a felicitarme. Habitualmente la mayor aspiración de un escritor suele ser el reconocimiento y el halago. No es mi caso, pues siempre me he sentido más identificado con alguien que quiere escribir, antes que con alguien que desea ser escritor.


                                 Martín Sacristán Tordesillas 
http://www.martinsacristan.com/ )