Tras celebrarse el pasado sábado día 1 de septiembre la entrega de premios que tuvo lugar en el Centro Cultural Alfonso XII, en El Pardo, publicamos a continuación los relatos ganadores tal y como se anunciaba en las bases del concurso, que ademas estuvieron expuestos durante el transcurso de las Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Rosario.
PRIMER PREMIO:
LOS OJOS CERRADOS
La chica cierra los
ojos.
Empieza a acariciar
el instrumento. Respira aislándose totalmente del público.
El arco empieza a
moverse, los dedos bailan sobre el violín.
Sus oídos disfrutan
con cada nota. Siente el vibrato y el movimiento de las notas.
Oye voces y toses en el fondo de la sala pero
no la distraen. Lleva mucho tiempo
ensayando. Sabe cómo es el ritmo y lo
marca con el pie. No se olvida de ningún
bemol ni sostenido, siente que las
ligaduras y las semicorcheas bailan solas
en el aire. Las notas activan todos sus sentidos y recorren todo su cuerpo. No piensa en nada, sólo disfruta y se
deja llevar. No oye nada a su alrededor. La pieza se está acabando, no quiere dejar de
sentirse así. Pero todo tiene su final.
Sin prisa abre los
ojos, regresando a la realidad. Tranquila y satisfecha mira su estuche abierto, está vacío. La gente pasa por
el Metro ignorándola, excepto un niño,
con los ojos grandes, muy quieto, que la está mirando fijamente. De repente
la sonríe y se va con su madre. Con los años será un violinista famoso.
Y siempre tocará
con los ojos cerrados.
PAULA OLIVA GIL
SEGUNDO PREMIO:
EL MIEDO ANIQUILADO
Se acabó, decidió
Carmen, sacando apresuradamente la maleta del fondo del armario.
Un gesto de dolor
asomó a su amoratado y vencido rostro. No había una sola parte de su cuerpo,
antaño grácil y esbelto, que no estuviera magullada, marcada por el odio
irracional y la frustración cobarde.
Lágrimas de rabia y
de impotencia resbalaron por sus mejillas. Las apartó furiosamente con el dorso
de la mano, pero, enseguida, brotaron más. Vaya, pensó con tristeza, aún puedo
llorar.
Sin perder un
minuto, amontonó en la maleta sólo lo necesario.
Con ojos
enrojecidos y mirada nerviosa, echó un último vistazo al dormitorio conyugal.
Esas cuatro paredes, que habían sido una vez refugio de pasiones y fuegos, se
convirtieron en refugio permanente de dolor y de miedo exacerbado.
Agarró con
determinación la maleta y se dirigió a la puerta principal. Al otro lado,
pululaba la incertidumbre, pero también la esperanza.
Con gesto decidido,
cerró la puerta al sufrimiento, consciente de que el resto de su vida comenzaba
en ese mismo instante.
Y, por primera vez
en mucho tiempo, sonrió.
DELIA VAZQUEZ
BLANCO
TERCER PREMIO:
LIMPIEZA BUCAL
La cara del hombre que tenía sentado enfrente
le resultaba ciertamente familiar. No
sabía si lo había visto en la televisión, o tal vez en el periódico, pero sabía
que debía ser famoso por algún motivo.
Estaba dispuesto a levantarse para acercarse a él y entablar conversación, pero cuando hizo el
ademán de aproximarse, se percató de que aquel hombre se levantaba para irse. Pensó que
no era apropiado entretenerle con su charla,
si era él el siguiente en entrar a la consulta del médico
Lo extraño fue que aquél individuo volvió a
tomar asiento, como si se hubiera confundido
de número. Esta era su ocasión, ahora podría acercársele. Pero, de nuevo, al intentar ir hacia él, el hombre se levantó,
mirándole fijamente.
Es lo que tienen los espejos.
JUAN JOSE TAPIA
URBANO
Queremos dar las gracias de nuevo a todos los participantes del I Concurso de Relato Corto Emilio Carrère.